PAREJAS
El sexo femenino, según ‘Las Campos’
Terelu y Teresa Campos en un fotograma del ‘reality’. Foto: Mediaset.
MARIAN BENITO
Las Campos y amén. Esto de orear nuestras intimidades en una terraza de verano o durante la sobremesa con el alegre desparpajo que da una copita de vino -in vino veritas- es muy común en las españolas. Pero qué cosa será el asunto del sexo que necesitábamos que dos personajes populares, como María Teresa Campos y su hija Terelu, sacasen las suyas, llamando a las cosas por su nombre, para romper la acostumbrada calma chicha de la televisión en agosto.
Por eso, sumándonos al revuelo mediático que ha provocado el ‘docureality’ de Telecinco, le hemos pedido a la escritora Laura Riñón, autora de ‘Amapolas en octubre’, y a la psicóloga argentina Beatriz Goldberg, experta en estas lides, que nos ayuden a rearmar el universo sexual femenino a partir de esos breves instantes del programa donde los comentarios suben de tono. Las dos aceptan el reto encantadas. «Las mujeres no solo hablamos de sexo, sino que además disfrutamos compartiendo experiencias e inseguridades con las amigas», dice la primera.
Primera pregunta para estas profesionales: ¿Realmente las amigas hablan de sexo? Riñón contesta de inmediato: «No importa cuál sea el inicio de nuestra conversación porque, a los pocos minutos, el tema de las relaciones se coloca en el centro de la mesa. Nos gusta darle vueltas a todo, a los disparates que algunas vivimos y a la rutina en la que otras se sienten atrapadas».
«Hablar siempre hemos hablado -apostilla Goldberg-, pero ahora el discurso se acerca más al del hombre, que le gusta jactarse de sus conquistas, y deja patente nuestro papel activo. Por otra parte, cuando la mujer alcanza la madurez tiene mucho que contar, ha vivido más experiencias que las generaciones anteriores y se permite el lujo de poner a prueba sus dotes seductoras o su capacidad sexual».
Ante la siguiente pregunta, ¿cuáles son esas confidencias que intercambian las amigas cuando hablan de sexo?, las respuestas nos llevan inevitablemente a las perlas más comentadas que aparecieron en ‘Las Campos‘ y las conclusiones son las siguientes:
- El mejor sexo, igual que el vino, es el que se comparte. La compañía sofoca un fracaso o una pena. ¿Será que aflojamos más la lengua si algo no va bien en nuestra vida erótica o emocional? El escritor Luis del Val dijo en una ocasión acerca de las mujeres: «Si hay dinero, no hablan de dinero. Si hay buen sexo, tampoco hablan de sexo». Ahí le da la razón Goldberg. «Aunque las conversaciones sexuales empiezan a igualarse en hombres y mujeres, ellos son más propensos al pavoneo. Siempre sacan el pez más grande. Ellas cuentan sus fracasos».
- A poco que se empeñe, marida como nadie sexo y comida. A estas mujeres de buen talle y mejores carnes les pasa que metabolizan su ansiedad en gula y la gula, obligatoriamente, en kilos. Y mientras desembuchan pormenores, zampan. A veces con tal frenesí que las palabras compiten con el bocado por hacerse un hueco en el paladar. Aunque las comparaciones son odiosas, más vale descartar del menú cualquier alimento con forma fálica -llámese porra, plátano o churro- porque más de una comensal juzgará el modo de llevárnoslo a la boca. Pues eso, la mujer ya no se guarda nada.
- Nuestro carácter, y no la soltería, es lo que nos saca de nuestra decencia. Como indica Laura Riñón, es muy difícil hablar de sexo sin rozar el tópico cada dos líneas. Ni las mujeres solteras son casquivanas, ni las casadas son aburridas en la cama. «Sí es cierto que aquellas que disfrutan de la libertad de tener encuentros con diferentes personas viven experiencias más diversas, y dan más juego en este tipo de encuentros. Algunas son más desinhibidas que otras, sin que la soltería tenga mucho que ver con esto». Entre las mujeres que han pasado la vida entera junto al mismo hombre, están las que quieren experimentar lo que escuchan hablar a otras, y las que ni por asomo probarían lo que las demás confiesan.
- Nos gusta hablar, pero también poner la oreja. A la vista está: más de dos millones de espectadores atentos a cualquier minucia erótica de estas dos presentadoras. La autora de ‘Amapolas en octubre’ nos da una razón: «No todas las mujeres se sienten cómodas innovando en su vida sexual. Mencionar, por ejemplo, el tema del sexo oral o el kamasutra les incomoda, pero ello no quiere decir que no se interesen por conocer los detalles de unas escenas que ellas no se atreverían a practicar en su alcoba.
- Siempre nos quedará una duda: ¿La mujer invierte más emocionalmente? ¿El sexo femenino no se despega del amor? Aquí las expertas discrepan. Goldberg dice que, por mucho que nos pese, nos atan los afectos. No entendemos aún bien la idea de una noche de desenfreno sin anotar después su número de teléfono. Riñón, sin embargo, cree que simplemente nos gusta aderezar nuestras charlas eróticas con un poco de romanticismo. Esto es algo que diferencia nuestras conversaciones de las que tienen los hombres. Lo bueno de la mujer madura es que asume su sexualidad como fuente de plenitud y placer. Y sí, a pesar de sus lamentos, sabe seducir, pasar página y bromear después convirtiendo algo tan banal como la porra en elemento sugestivo.
- El sexo, mejor entre tinieblas. «En general, la mujer nunca ve su cuerpo suficientemente bello, ni su vestidor suficientemente lleno. Unas veces se queja de celulitis, otras por el vello púbico, otra por sus cartucheras y otras por sus pechos caídos», sentencia la psicóloga argentina. La más joven de las Campos lanzó una reflexión inquietante: «Me aterroriza quedarme desnuda frente a un hombre». Pero resulta que, según las encuestas, el 90% de la población femenina siente ese mismo reparo y muchos complejos a la hora de quitarse la ropa, aun sabiendo que el sexo en la oscuridad pierde muchos matices. En la tertulia de ‘Las Campos‘ faltó que alguien le echase un capote a la presentadora recordándole la opción de las velas. Son muy cálidas y suavizan cualquier imperfección.
- oLas mujeres de más edad sueltan los chascarrillos con tino y en su justa medida. En ninguna de las mujeres que han aparecido en ‘Las Campos’ se ha apreciado el mínimo atisbo de escándalo. «El asunto ha dejado de ser tabú -advierte Riñón-, pero las generaciones que crecieron hace varias décadas están divididas, según lo atrevidas o lo recatadas que fueran. Y lo que a algunas les resulta incómodo mencionar a otras les parece la más entretenida de las conversaciones. En privado, sin maridos ni hijos de por medio, si una de ellas saca el tema, las demás se animan enseguida, no sin antes sonrojarse y cubrirse la boca con picardía, porque rara vez tuvieron la oportunidad de compartir intimidades con nadie. Y porque sienten cierto alivio al saber que, hablar de sexo con amigas, no es un pecado».
- o Definitivamente, «no le tengo envidia a los hombres, doctor Freud». La psicóloga argentina aprovecha el título de una de sus obras teatrales para concluir que no necesitamos masculinizarnos para estar interesadas por el sexo, ni comportarnos como ellos para vivirlo con plenitud y saldar ese déficit de orgasmos. «Si bien no tenemos el cuerpo de nuestra adolescencia, sí contamos con vitalidad y necesidad de mirarnos a nosotras mismas desde otro lugar».